La mujer, madura, ya pasados los sesenta, se paraba delante de mi casa, TODOS los días, y cosechaba bronca tras bronca de los vecinos, pues traía su cucurucho de pan duro que tiraba por el suelo, a las dos de la tarde, con puntualidad británica. No sé de zoología, pero estoy seguro de que las palomas tienen un lenguaje propio. Si no, no es posible que se citen a la misma hora todos los días para picotear, nunca mejor dicho, los trocitos de pan duro (imagino) que les traía la veterana.